jueves, 11 de marzo de 2010

alde zaharra berreraikitzeko; domestikoa zena publiko bilakatu edo publikoa zena domestikoago egin?

Gaurko zuzenketan, alde zahar baten berreraikitze proiektu bati aurre egiteko bide ezberdin bat erabiltzearen beharra ikusi dugu, estrategia eta analisi zehatzago baten beharra. Programatik abiatu beharrean, alde zaharra aktibatzeko faktore guztien analisiarekin eta erabiltzaile tipo guztien (eta hauen beharrek sortutako erabilera guztien) arteko konbinaziorekin osatuko da programa. Programa honek, era berean, forma ezberdineko erabileren zonifikazioak baztertu eta beharren arabera funtzioak konbinatu eta bolumen berdinetan tartekatzea eskatuko du; honela, lurzorua, bere osotasunean aprobetxatu eta erabili ahal izanik eta ez pasozko zona lineal bat bailitzan.
Kontzeptu guzti hauek, duela egun batzuk irakurritako F. Javier Terrados Cepedaren testu bat ekarri didate gogora, bere momentuan garrantziarik eman ez banion ere, gaur baliagarria iruditu zaidana.


"LA DOMESTICACIÓN DEL CENTRO HISTÓRICO"
F. Javier Terrados Cepeda

Se suele asumir como inevitable que los centros históricos de las ciudades acaben perdiendo su función primariamente residencial para dejar, poco a poco, paso al sector terciario o a la tematización turística. No obstante, esta tendencia se encuentra con las inevitables dificultades que proceden de este tipo de nuevos usos. Una ocupación masiva y no selectiva por parte de estas actividades demanda entre otras cosas la resolución de la accesibilidad rodada y del aparcamiento, algo normalmente incompatible con el trazado de la calle histórica o con la conservación del tejido urbano y de los sistemas constructivos tradicionales.

Por otra parte, el principal componente de la textura edificatoria del centro es la residencia, y probablemente sea la escala de la residencia lo que hace atractiva la configuración de este centro, aparte del interés de las piezas patrimoniales o los espacios públicos representativos. En nuestras ciudades mediterráneas, mimadas por la luz, el clima y la tradicional relación de la residencia con la calle, el tejido urbano es la trascripción, como si de una huella dactilar se tratase, de un tipo de vida menudo, basado en los encuentros más íntimos que propician los callejones, los patios, los corrales, los zaguanes, etc.

Cuando el sector terciario pide paso en los centros, corremos el riesgo de introducir piezas que demandan una escala mayor, que seccionen o alteren este delicado tejido, para terminar cambiando o diluyendo esa compacta textura de espacios menudos. Solo una nueva apuesta por la residencia puede conservar los centros históricos como lugares vivos, con actividades que se sucedan ocupando todo el arco horario.

Que duda cabe que una revitalización de la residencia significa dotarla de los equipamientos que actualmente requieren las sociedades, tan diferentes de las tradicionales, donde el principal y casi único edificio público del barrio era la iglesia. Es necesario equipar extensamente, pero respetando la textura de los centros. Proponemos primar el carácter doméstico de los equipamientos, respetando la escala menuda del tejido urbano y la posibilidad de construir una cercanía y una intimidad como la que proporcionan los espacios residenciales.

Un horizonte también probable para los centros históricos de ciudades muy cargadas de piezas de alto valor patrimonial es derivar a su tematización. A convertirse en parques temáticos para el turismo. De eso siempre están a tiempo. De fomentar su colonización hotelera, comercial y de ocio destinada a las ofertas de los tour operators. tal vez cuando a la municipalidad le aprieta la economía la ciudad es más propensa a explotar sin límite esta gallina de huevos de oro, renunciando a primar la residencia. Pero de esa renuncia siempre se está a tiempo. Hasta que llegue podemos intentar fomentar el uso de los centros históricos con la función para la que fueron construidos en la ciudad hispanomusulmana: para la convivencia cercana, diaria y a todas horas. Para la vida del que en ellos reside; para matizar los rigores del clima con la arquitectura y para modelar la luz y los recorridos del sol de acuerdo al trasiego de la vida.

Esta puede ser nuestra propuesta: frente a la ocupación terciaria, institucional o simplemente turística, que deviene finalmente en "hacer más público lo que era doméstico" proponemos el setnido contrario, casi deducido de los imperativos de conservación del tejido histórico: "hacer más doméstico lo público".

Una nueva domesticidad que podríamos basar en:

Evitar nuevos sistemas generales de equipamiento en los centros históricos. Requieren grandes necesidades de accesibilidad y aparcamientos en las horas punta y desertizan al centro en horas nocturnas. Estos sistemas tienen mejor cabida en ubicaciones periféricas, con sus ámbitos propios de urbanización y con la movilidad resuelta.

Mantener o recupera en lo posible la vida de los barrios. Potenciar la articulación de una conciencia civil de estos barrios y dotarlos generosamente de equipamientos menudos, a su escala, que sean sentidos como propios por los habitantes cercanos; estimular una cierta responsabilidad respecto al mantenimiento material del barrio y sus dotaciones.

Domesticar la arquitectura; utilizar la referencia de la arquitectura de la casa para estos equipamientos: usar recursos como los patios, los pasajes, los zaguanes, las galerías, etc., para provocar una atmósfera de encuentro ciudadano más menuda y acogedora, al mismo tiempo que más compatible con la cercanía personal de la ciudad hispanomusulmana.

Evitar la singularidad; muchas veces la singularidad es sólo una aspiración motivada por intenciones mediáticas o de rentabilidad política inmediata. El ritmo de las ciudades históricas es otro: más lento y silencioso. Primar siempre la lectura del genius loci, de las preexistencias ambientales. Ante la duda, adoptar para las intervenciones arquitectónicas un nivel de presencia visual más modesto que el que se les presupone de antemano. Preguntado acerca de la "invisibilidad" de su propuesta para el Paseo del Prado, Alvaro Siza respondió que la arquitectura moderna debe aprender a no hacer un monumento en cada esquina.

Atender a las legítimas necesidades turísticas mediante el equipamiento hotelero, comercial y de restauración menudo y estratégicamente ubicado. Orientando recorridos, asistiendo a las paradas del viandante con remansos de espera, estimulando percepciones, haciendo rentable pero también agradable para los habitantes del barrio la presencia del tránsito de visitantes. Reconsiderar el tratamiento especial de las plantas bajas, sacando partido de su potencialidad como estancias, lugares para solazarse y contemplar, mientras la mirada se detiene tangente al trasiego de las calles. Frente a la privacidad u opacidad de las plantas altas, favorecer las transparencias, las largas secuencias, la sorpresa y la contemplación en las plantas bajas de los elementos edificados.

A modo de resumen, estos conceptos se pueden condensar en tres ideas-fuerza.

- La casa como unidad de medida. Un criterio posible para definir la escala del equipamiento es admitir para éste sólo lo que se pueda imaginar y materializar como una "casa", unifamiliar o de vecinos: un colegio profesional puede ser la "casas de los profesionales x", un pequeño museo puede ser la "casa del escultor x". El tejido urbano, lo que no es monumento, estará así compuesto siempre por diferentes tipos de "casas".

- El diseño del mapa de equipamientos y locales. Influir en el sistema de ubicación de los equipamientos y los locales comerciales con un diseño "territorial" intencionado: equilibrar las zonas, potenciar la ubicación de las diferentes actividades estimulando los itinerarios más interesantes, dibujar el mapa de actividades en función de ruidos, significados, olores, ofertas, horarios, molestias, etc.

- El valor de la invisibilidad. Proponer la nueva arquitectura una presencia menos impositiva, evitando el artefacto o el hito. Buscando intervenciones que usen técnicas de "paisaje" o de "mobiliario". Valorar el aspecto efímero o ligero de las piezas.

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